Quizás la peor parte del día es cuando hay que levantarse. Despertarse es fácil, pero levantarse es otra cosa. Hay que hacer un esfuerzo para ponerse en pie. Lo mejor es no pensarlo y saltar de la cama.
Para facilitar las cosas suelo utilizar dos despertadores, uno cerca de la cama y otro un poco más lejos. El primero suena 5 minutos antes que el segundo, así empiezo a despertarme poco a poco. Para el segundo tengo que ponerme en pie, andar dos metros y apagarlo.
De lunes a viernes, la hora de levantarse para mí es a las 7:15, pero muchos días me despierto antes por los ruidos de la calle, en especial de los vehículos, o porque mis hijos hacen algún ruido si salen al baño por la noche.
En ocasiones, si me despierto en mitad de la noche, por el motivo que sea, ya no puedo dormir otra vez, así que intento relajarme y, si no lo consigo, me levanto y me pongo a leer, a ver la televisión, a escuchar mi MP3 o a usar mi ordenador.
Me gusta madrugar y no tengo muchos problemas para levantarme, pero a veces tengo que hacer un gran esfuerzo si durante la noche no he dormido al menos 5 horas.
