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The Linguist. Una Guía Personal para el Aprendizaje de Idiomas, 19. UNA AVENTURA LINGÜÍSTICA. Pronunciación

Todos somos capaces de pronunciar correctamente los sonidos de cualquier idioma extranjero. Todos los seres humanos poseemos la misma aptitud fisiológica para producir sonidos independientemente de nuestro origen étnico. Sin embargo, dominar la pronunciación de un nuevo idioma requiere dedicación y mucho trabajo. Al principio el chino representaba un gran desafío.

Cuando quería dominar la pronunciación, pasaba horas y días escuchando el mismo contenido una y otra vez. Trabajaba mucho especialmente en dominar los sonidos chinos con la entonación apropiada. Trataba de imitar mientras escuchaba. Grababa mi propia voz y la comparaba con la del hablante nativo. Practicaba lectura en voz alta. Finalmente mi habilidad para detectar las diferencias entre mi pronunciación y la de un hablante nativo mejoró. Forzaba mi boca para ajustarla a las necesidades de la pronunciación china. También trabajaba con el ritmo del nuevo idioma, exagerando y acompañando la pronunciación con la expresión facial y los gestos acordes. Finalmente, pude lograr una calidad de pronunciación similar a la de un nativo.

Cuando lograba pronunciar satisfactoriamente palabras aisladas y frases, me resultaba más fácil entender los contenidos que no estaban exclusivamente pensados para los estudiantes: en otras palabras, material real y auténtico. A medida que mi chino mejoraba, disfrutaba escuchando a Hou Bao Lin, el famoso cómico de Beijing Xiang Sheng, y su colorido ritmo del habla de Beijing. En los últimos años y para mantener mi mandarín, suelo escuchar CDs de famosos narradores de historias como Yuan Kuo Cheng, narrando novelas clásicas tales como El Romance de los Tres Reinos. El arte de la narración de historias en China está altamente difundido y cuando escucho uno de estos CDs, disfruto a pleno ser transportado a un tiempo pasado.

Después de haber luchado contra las frustraciones de enfrentarse a un idioma tan diferente, pude disfrutar de mi aprendizaje. A los ocho meses de haber comenzado mis estudios, pude apreciar ensayos escritos por intelectuales y novelas de autores chino de los años 30 como Lao She y Lu Xun. También me familiaricé con los escritos de Mao Tse Tung y las polémicas de la Revolución Cultural. Había muchas palabras que no entendía, pero mi propósito no era aprender cada palabra nueva. Sólo leía por placer y entrenaba mi mente para el sistema de escritura china. Estaba trabajando para desarrollar la habilidad de deducir el significado de las palabras, una habilidad importante en el aprendizaje que se logra gradualmente con la exposición necesaria al idioma. También estaba asimilando la cultura.

El mundo de China en los años treinta estaba muy lejos de la realidad de la China de los últimos años de la década del 60. La China de la Pre-Liberación estaba plagada de tragedia, pobreza e incertidumbre. China estaba dividida por las rivalidades internas entre las distintas fuerzas políticas y los egoístas jefes militares locales, mientras luchaba contra la invasión extranjera. Eran tiempos crueles y difíciles. Aun así, me resultaba fascinante y hasta romántica. Con la suficiente distancia en tiempo y espacio, los periodos de luchas y guerras pueden parecer heroicos. El Romance de los Tres Reinos, la novela épica china, o la glorificación de los caballeros de la Europa medieval son sólo dos de los ejemplos de cómo la leyenda y la literatura llenan de romanticismo los periodos de terribles sufrimientos humanos. La sociedad china buscaba su lugar en un mundo donde, de repente, la influencia extranjera había colisionado con una civilización china compleja, brillante y anteriormente reservada que ahora se encontraba en decadencia.

La clase intelectual china, que había sido uno de los pilares de la China tradicional, estaba ahora en busca de su nuevo rol. Algunos intelectuales chinos defendían la ortodoxia china, algunos eran paladines del nuevo y revolucionario pensamiento marxista, mientras que otros, como el Dr. Hu Shih, eran expositores extremadamente sofisticados de la filosofía occidental y su importancia para la nueva China, y hasta de su relación con la filosofía china.

La evolución histórica de China era distinta de la de Asia occidental y el Mediterráneo. El poder del estado central chino resultó ser más duradero que el poder de Egipto, la Mesopotamia, Grecia o Roma. Como la cultura y el pueblo chino se difundían y se mezclaban con grupos étnicos locales en el sur de China, no surgía ningún estado separado permanente, como sucedía en Europa con la interacción de los romanos con otros pueblos. En el norte de China, las constantes invasiones y asentamientos de pueblos turkic, mongoles, tibetanos y tungús eran una característica dominante hace 2.000 años. Sin embargo, a lo largo de este periodo, el prestigio y poder de la cultura china no era desafiado permanentemente. Esto se debe en parte a la flexibilidad del sistema de escritura chino que podía ser usado para representar significados aunque las palabras se pronunciaban de manera diferente. China pudo mantener su unidad mientras absorbía diversos elementos culturales y étnicos en diferentes regiones del país.

Es imposible observar estas refinadas escenas de la pintura china de los periodos Tang o Song sin admirar el alto nivel de vida y sofisticación de la sociedad china de la época, comparada con el bajo nivel cultural de Europa en el mismo periodo. Es interesante especular acerca de qué hubiera creado esta sociedad china, técnica y culturalmente sofisticada, bajo circunstancias históricas diferentes. Pero por otra parte, el cambio es la única constante de la condición humana.

En las escuelas del mundo occidental no se aprende lo suficiente sobre la relación de la civilización china con otras partes del mundo. Los que resultaron beneficiados por la cultura china no fueron sólo los países vecinos del este de Asia, que han adoptado muchos elementos de la cultura china, sino que Europa occidental también resultó beneficiada. La introducción de la tecnología china en Europa, a comienzos de la Edad Media, Contribuyó a estimular el progreso de la tecnología y la navegación.

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Todos somos capaces de pronunciar correctamente los sonidos de cualquier idioma extranjero. Todos los seres humanos poseemos la misma aptitud fisiológica para producir sonidos independientemente de nuestro origen étnico. Sin embargo, dominar la pronunciación de un nuevo idioma requiere dedicación y mucho trabajo. Al principio el chino representaba un gran desafío.

Cuando quería dominar la pronunciación, pasaba horas y días escuchando el mismo contenido una y otra vez. Trabajaba mucho especialmente en dominar los sonidos chinos con la entonación apropiada. Trataba de imitar mientras escuchaba. Grababa mi propia voz y la comparaba con la del hablante nativo. Practicaba lectura en voz alta. Finalmente mi habilidad para detectar las diferencias entre mi pronunciación y la de un hablante nativo mejoró. Forzaba mi boca para ajustarla a las necesidades de la pronunciación china. También trabajaba con el ritmo del nuevo idioma, exagerando y acompañando la pronunciación con la expresión facial y los gestos acordes. Finalmente, pude lograr una calidad de pronunciación similar a la de un nativo.

Cuando lograba pronunciar satisfactoriamente palabras aisladas y frases, me resultaba más fácil entender los contenidos que no estaban exclusivamente pensados para los estudiantes: en otras palabras, material real y auténtico. A medida que mi chino mejoraba, disfrutaba escuchando a Hou Bao Lin, el famoso cómico de Beijing Xiang Sheng, y su colorido ritmo del habla de Beijing. En los últimos años y para mantener mi mandarín, suelo

escuchar CDs de famosos narradores de historias como Yuan Kuo Cheng, narrando novelas clásicas tales como El Romance de los Tres Reinos. El arte de la narración de historias en China está altamente difundido y cuando escucho uno de estos CDs, disfruto a pleno ser transportado a un tiempo pasado.

Después de haber luchado contra las frustraciones de enfrentarse a un idioma tan diferente, pude disfrutar de mi aprendizaje. A los ocho meses de haber comenzado mis estudios, pude apreciar ensayos escritos por intelectuales y novelas de autores chino de los años 30 como Lao She y Lu Xun. También me familiaricé con los escritos de Mao Tse Tung y las polémicas de la Revolución Cultural. Había muchas palabras que no entendía, pero mi propósito no era aprender cada palabra nueva. Sólo leía por placer y entrenaba mi mente para el sistema de escritura china. Estaba trabajando para desarrollar la habilidad de

deducir el significado de las palabras, una habilidad importante en el aprendizaje que se logra gradualmente con la exposición necesaria al idioma. También estaba asimilando la cultura.

El mundo de China en los años treinta estaba muy lejos de la realidad de la China de los últimos años de la década del 60. La China de la Pre-Liberación estaba plagada de tragedia, pobreza e incertidumbre. China estaba dividida por las rivalidades internas entre las distintas fuerzas políticas y los egoístas jefes militares locales, mientras luchaba contra la invasión extranjera. Eran tiempos crueles y difíciles. Aun así, me resultaba fascinante y hasta romántica. Con la suficiente distancia en tiempo y espacio, los periodos de luchas y guerras pueden parecer heroicos. El Romance de los Tres Reinos, la novela épica china, o la glorificación de los caballeros de la Europa medieval son sólo dos de los ejemplos de cómo la leyenda y la literatura llenan de romanticismo los periodos de terribles sufrimientos humanos. La sociedad china buscaba su lugar en un mundo donde, de repente, la influencia extranjera había colisionado con una civilización china compleja, brillante y anteriormente reservada que ahora se encontraba en decadencia.

La clase intelectual china, que había sido uno de los pilares de la China tradicional, estaba ahora en busca de su nuevo rol. Algunos intelectuales chinos defendían la ortodoxia china, algunos eran paladines del nuevo y revolucionario pensamiento marxista, mientras que otros, como el Dr. Hu Shih, eran expositores extremadamente sofisticados de la filosofía occidental y su importancia para la nueva China, y hasta de su relación con la filosofía china.

La evolución histórica de China era distinta de la de Asia occidental y el Mediterráneo. El poder del estado central chino resultó ser más duradero que el poder de Egipto, la Mesopotamia, Grecia o Roma. Como la cultura y el pueblo chino se difundían y se mezclaban con grupos étnicos locales en el sur de China, no surgía ningún estado separado permanente, como sucedía en Europa con la interacción de los romanos con otros pueblos. En el norte de China, las constantes invasiones y asentamientos de pueblos turkic, mongoles, tibetanos y tungús eran una característica dominante hace 2.000 años. Sin embargo, a lo largo de este periodo, el prestigio y poder de la cultura china no era desafiado permanentemente. Esto se debe en parte a la flexibilidad del sistema de escritura chino que podía ser usado para representar significados aunque las palabras se pronunciaban de manera diferente. China pudo mantener su unidad mientras absorbía diversos elementos culturales y étnicos en diferentes regiones del país.

Es imposible observar estas refinadas escenas de la pintura china de los periodos Tang o Song sin admirar el alto nivel de vida y sofisticación de la sociedad china de la época, comparada con el bajo nivel cultural de Europa en el mismo periodo. Es interesante especular acerca de qué hubiera creado esta sociedad china, técnica y culturalmente sofisticada, bajo circunstancias históricas diferentes. Pero por otra parte, el cambio es la única constante de la condición humana.

En las escuelas del mundo occidental no se aprende lo suficiente sobre la relación de la civilización china con otras partes del mundo. Los que resultaron beneficiados por la cultura china no fueron sólo los países vecinos del este de Asia, que han adoptado muchos elementos de la cultura china, sino que Europa

occidental también resultó beneficiada. La introducción de la tecnología china en Europa, a comienzos de la Edad Media, Contribuyó a estimular el progreso de la tecnología y la navegación.