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The Linguist. Una Guía Personal para el Aprendizaje de Idiomas, 62. APÉNDICE. La Experiencia del Inmigrante

El Canadá de habla inglesa no tiene un marcado carácter distintivo. El continuo incremento en la variedad de gente que compone el Canadá inglés ha determinado la disminución de la importancia del protestantismo británico, del imperio británico y de las instituciones británicas. Ya no existe un nombre típicamente canadiense, ni un origen étnico, ni una religión. La ausencia de estos claros indicadores es lo que hace a la cultura canadiense tan accesible. Incluso la relativa neutralidad del acento canadiense y la falta de acentos regionales hacen que los recién llegados puedan integrarse más fácilmente a la sociedad canadiense.

En contraste, es más fácil distinguir a los grupos nacionales más establecidos del mundo por sus apellidos o por su apariencia física. La gente perteneciente a estas culturas más antiguas se enorgullece de poder volver atrás en su historia cientos o miles de años. Los nuevos inmigrantes de estas sociedades más antiguas pueden encontrar dificultad para salir de sus ancestrales y atractivas culturas. A menudo, en la mente de los nuevos inmigrantes, la realidad de la vida canadiense contrasta con la versión idealizada de la sociedad que han dejado atrás. Esto puede llevarlos a sentir cierta renuencia a integrarse con el nuevo idioma y la nueva sociedad.

Los hijos de los inmigrantes, por otra parte, sólo se preocupan por adaptarse a su nuevo entorno y a su nueva identidad, y a menudo aprenden el inglés rápidamente. Se convierten en hablantes nativos del nuevo idioma. Los seres humanos se sienten más cerca de la familia y sus congéneres. Sin embargo, más allá de la familia, la naturaleza del “en grupo” puede variar dependiendo de las circunstancias. Anthony Smith -quien dirigió los estudios de posgrado de mi hijo mayor Eric, en la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics)-, escribió un importante libro titulado La Identidad Nacional (Trama). En él, Smith propone dos visiones de la identidad nacional, promovidas por el gobierno y las élites intelectuales de los tiempos modernos.

En una visión de la identidad nacional: “…las naciones deben tener una medida de cultura común y una ideología cívica, un conjunto de conocimientos y aspiraciones, sentimientos e ideas, que unan a la población en su tierra natal. La tarea de asegurar un público común, una masa cultural ha sido delegada a las agencias de socialización popular, en particular al sistema de educación pública y a los medios de comunicación.” En la otra visión de la identidad nacional: “Si se ha quedado en su comunidad o ha emigrado a otra, usted ha permanecido, inevitablemente y por naturaleza, un miembro de su comunidad de origen y marcado por ella para siempre. En otras palabras, una nación fue principalmente una comunidad de descendencia común... o presunta descendencia.” Canadá pertenece a la primera visión. Estoy convencido de que a medida que la naturaleza de las sociedades humanas continúa evolucionando, los intentos de congelar la identidad de los pueblos según sus ancestros serán en vano.

Al emigrar, usted está decidiendo cambiar la identidad nacional de sus descendientes. Es posible que sus hijos y sus nietos aprendan a hablar su idioma ancestral e interesarse por su cultura ancestral, pero no es seguro. Si lo hacen, probablemente lo harán como personas de cultura canadiense.

La diferencia de actitud entre aquellos de las primeras generaciones de inmigrantes -que querían mantener sus tradiciones- y la de sus hijos nacidos en el lugar –que querían concentrarse en su nuevo país- puede crear una brecha generacional. De niño, experimenté esto en mi propia familia.

Mientras que para las personas es normal sentir orgullo de sus orígenes, también es normal querer pertenecer a la sociedad en la que viven. La identidad nacional no se pasa automáticamente de una generación a otra, de padres a hijos. Nunca ha sido tan sencillo. El nacionalismo tradicional se crea a partir de la ideología, la mitología y los escritos históricos motivados por la política. Los mitos nacionales ofrecen imágenes de figuras ancestrales de las cuales se supone que descienden todos los miembros de la comunidad. La gente está convencida de que su identidad puede proyectarse hacia sus ancestros, que si en realidad existieron, ciertamente eran muy distintos de sus actuales descendientes. La identidad canadiense es distinta, ya que se nutre de su presente y de la creencia de un futuro en común.

Durante los últimos ciento cincuenta años, la porción de inmigrantes de la población canadiense superaba el quince por ciento del total. Históricamente, en un principio los inmigrantes tenían dificultad para encontrar un trabajo adecuado y adaptarse por completo a la sociedad. Con el tiempo, estos problemas fueron desapareciendo y la segunda generación de “recién llegados” tienen aspecto canadiense.

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El Canadá de habla inglesa no tiene un marcado carácter distintivo. El continuo incremento en la variedad de gente que compone el Canadá inglés ha determinado la disminución de la importancia del protestantismo británico, del imperio británico y de las instituciones británicas. Ya no existe un nombre típicamente canadiense, ni un origen étnico, ni una religión. La ausencia de estos claros indicadores es lo que hace a la cultura canadiense tan accesible. Incluso la relativa neutralidad del acento canadiense y la falta de acentos regionales hacen que los recién llegados puedan integrarse más fácilmente a la sociedad canadiense.


En contraste, es más fácil distinguir a los grupos nacionales más establecidos del mundo por sus apellidos o por su apariencia física. La gente perteneciente a estas culturas más antiguas se enorgullece de poder volver atrás en su historia cientos o miles de años. Los nuevos inmigrantes de estas sociedades más antiguas pueden encontrar dificultad para salir de sus ancestrales y atractivas culturas. A menudo, en la mente de los nuevos inmigrantes, la realidad de la vida canadiense contrasta con la versión idealizada de la sociedad que han dejado atrás. Esto puede llevarlos a sentir cierta renuencia a integrarse con el nuevo idioma y la nueva sociedad.


Los hijos de los inmigrantes, por otra parte, sólo se preocupan por adaptarse a su nuevo entorno y a su nueva identidad, y a menudo aprenden el inglés rápidamente. Se convierten en hablantes nativos del nuevo idioma.
Los seres humanos se sienten más cerca de la familia y sus congéneres. Sin embargo, más allá de la familia, la naturaleza del “en grupo” puede variar dependiendo de las circunstancias. Anthony Smith -quien dirigió los estudios de posgrado de mi hijo mayor Eric, en la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics)-, escribió un importante libro titulado La Identidad Nacional (Trama). En él, Smith propone dos visiones de la identidad nacional, promovidas por el gobierno y las élites intelectuales de los tiempos modernos.


En una visión de la identidad nacional:
“…las naciones deben tener una medida de cultura común y una ideología cívica, un conjunto de conocimientos y aspiraciones, sentimientos e ideas, que unan a la población en su tierra natal. La tarea de asegurar un público común, una masa cultural ha sido delegada a las agencias de socialización popular, en particular al sistema de educación pública y a los medios de comunicación.”


En la otra visión de la identidad nacional:
“Si se ha quedado en su comunidad o ha emigrado a otra, usted ha permanecido, inevitablemente y por naturaleza, un miembro de su comunidad de origen y marcado por ella para siempre. En otras palabras, una nación fue principalmente una comunidad de descendencia común... o presunta descendencia.”


Canadá pertenece a la primera visión. Estoy convencido de que a medida que la naturaleza de las sociedades humanas continúa evolucionando, los intentos de congelar la identidad de los pueblos según sus ancestros serán en vano.


Al emigrar, usted está decidiendo cambiar la identidad nacional de sus descendientes. Es posible que sus hijos y sus nietos aprendan a hablar su idioma ancestral e interesarse por su cultura ancestral, pero no es seguro. Si lo hacen, probablemente lo harán como personas de cultura canadiense.


La diferencia de actitud entre aquellos de las primeras generaciones de inmigrantes -que querían mantener sus tradiciones- y la de sus hijos nacidos en el lugar –que querían concentrarse en su nuevo país- puede crear una brecha generacional. De niño, experimenté esto en mi propia familia.


Mientras que para las personas es normal sentir orgullo de sus orígenes, también es normal querer pertenecer a la sociedad en la que viven. La identidad nacional no se pasa automáticamente de una generación a otra, de padres a hijos. Nunca ha sido tan sencillo. El nacionalismo tradicional se crea a partir de la ideología, la mitología y los escritos históricos motivados por la política. Los mitos nacionales ofrecen imágenes de figuras ancestrales de las cuales se supone que descienden todos los miembros de la comunidad. La gente está convencida de que su identidad puede proyectarse hacia sus ancestros, que si en realidad existieron, ciertamente eran muy distintos de sus actuales descendientes. La identidad canadiense es distinta, ya que se nutre de su presente y de la creencia de un futuro en común.


Durante los últimos ciento cincuenta años, la porción de inmigrantes de la población canadiense superaba el quince por ciento del total. Históricamente, en un principio los inmigrantes tenían dificultad para encontrar un trabajo adecuado y adaptarse por completo a la sociedad. Con el tiempo, estos problemas fueron desapareciendo y la segunda generación de “recién llegados” tienen aspecto canadiense.