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The Linguist. Una Guía Personal para el Aprendizaje de Idiomas, 5. UNA AVENTURA LINGÜÍSTICA. El Comienzo de la Travesía

¡Feliz el hombre que, como Ulises, ha realizado un gran viaje, o ha ganado el vellocino de oro, y regresa, lleno de experiencias y conocimientos, para pasar el resto de su vida junto a su familia! Joachim du Bellay (1522-1560) poeta francés Aprender idiomas es una forma de viajar, una travesía de descubrimientos. Comencé a viajar cuando era muy joven y siempre me resultó estimulante. Un verdadero lingüista debe ser valiente y superar el miedo a lo desconocido. Permítanme contarles mi historia a modo de ilustración.

Nací en Suecia en el año 1945 y emigré a Montreal, Canadá a los 5 años con mis padres y mi hermano mayor Tom. Mis recuerdos comienzan en Canadá. No recuerdo, de niño, haber hablado otro idioma más que el inglés, a pesar de que sé que al principio hablaba sueco. Es probable que haber tenido que aprender una segunda lengua siendo un niño me haya ayudado a aprender otros idiomas siendo un adulto. Sin embargo, conozco gente que emigró a Canadá siendo niños y no se convirtieron en lingüistas. También conozco gente que nació en Canadá aprendiendo sólo inglés y luego se convirtieron en grandes lingüistas. Personalmente, le atribuyo el éxito de mi aprendizaje de idiomas al espíritu aventurero y al deseo de estudiar intensamente. Sé que todos pueden hacer lo mismo si están dispuestos a embarcarse en la apasionante travesía del descubrimiento de las lenguas.

Uno de mis primeros recuerdos de Montreal es un hecho ocurrido en el año 1952. A los 6 años de edad junto a un grupo de amigos, teníamos un escondite secreto para nuestro bate de béisbol. Después del colegio, siempre buscábamos el bate y jugábamos béisbol. Un día el bate no estaba en su lugar. Inmediatamente pensamos que había sido el niño nuevo, llegado de Estonia, quien había robado nuestro bate. Era obvio para nosotros: no hablaba bien inglés y era el extraño. El único problema fue que no había sido él quien se había llevado el bate. Probablemente ni siquiera sabía para qué se usaba un bate de béisbol. Finalmente todo se solucionó de manera amigable. Creo que el grupo me aceptó un año después de vivir en Canadá, y lo mismo sucedió con el niño de Estonia. Siempre recuerdo este hecho como un ejemplo de cómo la gente se junta sin pensarlo y se resiste a aceptar a un extraño.

Pero la aceptación es un camino de dos sentidos. Los de adentro pueden resistirse en un primer momento a aceptar a los de afuera, pero depende también del de afuera aventurarse y esforzarse para ser aceptado. En la mayoría de los casos, cuando logré vencer mis temores e hice el esfuerzo por ser aceptado por un grupo de habla diferente, la respuesta fue mejor de lo que me hubiera podido imaginar. Creo que existen más ejemplos de recién llegados que dudan o no realizan el esfuerzo para integrarse, y de esta manera pierden oportunidades, que de aquellos que son rechazados. Un estudiante de idiomas es por definición un extraño, proveniente de un grupo de habla diferente. Para ser aceptado hay que correr riesgos. Aventurarse es un principio fundamental en el aprendizaje de idiomas. Funcionó para mí, y el francés fue mi primera aventura lingüística.

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¡Feliz el hombre que, como Ulises, ha realizado un gran viaje,

o ha ganado el vellocino de oro,

y regresa, lleno de experiencias y conocimientos,

para pasar el resto de su vida junto a su familia!

  • Joachim du Bellay (1522-1560) poeta francés

Aprender idiomas es una forma de viajar, una travesía de descubrimientos. Comencé a viajar cuando era muy joven y siempre me resultó estimulante. Un verdadero lingüista debe ser valiente y superar el miedo a lo desconocido. Permítanme contarles mi historia a modo de ilustración.

Nací en Suecia en el año 1945 y emigré a Montreal, Canadá a los 5 años con mis padres y mi hermano mayor Tom. Mis recuerdos comienzan en Canadá. No recuerdo, de niño, haber hablado otro idioma más que el inglés, a pesar de que sé que al principio hablaba sueco. Es probable que haber tenido que aprender una segunda lengua siendo un niño me haya ayudado a aprender otros idiomas siendo un adulto. Sin embargo, conozco gente que emigró a Canadá siendo niños y no se convirtieron en lingüistas. También conozco gente que nació en Canadá aprendiendo sólo inglés y luego se convirtieron en grandes lingüistas. Personalmente, le atribuyo el éxito de mi aprendizaje de idiomas al espíritu aventurero y al deseo de estudiar intensamente. Sé que todos pueden hacer lo mismo si están dispuestos a embarcarse en la apasionante travesía del descubrimiento de las lenguas.

Uno de mis primeros recuerdos de Montreal es un hecho ocurrido en el año 1952. A los 6 años de edad junto a un grupo de amigos, teníamos un escondite secreto para nuestro bate de béisbol. Después del colegio, siempre buscábamos el bate y jugábamos béisbol. Un día el bate no estaba en su lugar. Inmediatamente pensamos que había sido el niño nuevo, llegado de Estonia, quien había robado nuestro bate. Era obvio para nosotros: no hablaba bien inglés y era el extraño. El único problema fue que no había sido él quien se había llevado el bate. Probablemente ni siquiera sabía para qué se usaba un bate de béisbol. Finalmente todo se solucionó de manera amigable. Creo que el grupo me aceptó un año después de vivir en Canadá, y lo mismo sucedió con el niño de Estonia. Siempre recuerdo este hecho como un ejemplo de cómo la gente se junta sin pensarlo y se resiste a aceptar a un extraño.

Pero la aceptación es un camino de dos sentidos. Los de adentro pueden resistirse en un primer momento a aceptar a los de afuera, pero depende también del de afuera aventurarse y esforzarse para ser aceptado. En la mayoría de los casos, cuando logré vencer mis temores e hice el esfuerzo por ser aceptado por un grupo de habla diferente, la respuesta fue mejor de lo que me hubiera podido imaginar. Creo que existen más ejemplos de recién llegados que dudan o no realizan el esfuerzo para integrarse, y de esta manera pierden oportunidades, que de aquellos que son rechazados. Un estudiante de idiomas es por definición un extraño, proveniente de un grupo de habla diferente. Para ser aceptado hay que correr riesgos. Aventurarse es un principio fundamental en el aprendizaje de idiomas. Funcionó para mí, y el francés fue mi primera aventura lingüística.