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The Linguist. Una Guía Personal para el Aprendizaje de Idiomas, 37. LA ACTITUD DEL LINGÜISTA. Resistencia al Aprendizaje de Idiomas

No todo el mundo quiere comunicarse en otro idioma o aprender sobre otras culturas. Es comprensible que muchas personas estén satisfechas hablando su propio idioma y se resistan a aprender uno nuevo. Sin embargo, irónicamente, muchas de las personas que tratan de aprender una segunda lengua se resisten a ella de manera enérgica.

Conocer nuevos idiomas y culturas puede resultar estresante. Es cierto que expresar ideas y sentimientos en un idioma nuevo es una actividad íntima. El lenguaje refleja las actitudes y la personalidad, y por lo tanto, uno se siente más cómodo expresándose en su lengua materna. También es posible que la gente se resista a un idioma nuevo como una forma de defender su propio idioma e identidad. Algunas personas se sienten incómodas y expuestas cuando hablan en un segundo idioma. A algunos estudiantes les molesta tener que hablar un idioma nuevo, mientras que a otros les resulta una actividad agotadora. Muy a menudo la gente compara el nuevo idioma con el propio en lugar de imitarlo y aprenderlo.

Estas reacciones son similares a la manera en la que la gente se comporta cuando viaja al exterior. Mientras que los viajeros ávidos sencillamente se sumergen en un lugar y lo disfrutan, otros buscan motivos para decir que “después de todo, las cosas son mejores en casa”. Puede ser la comida, la limpieza o el clima, lo que les confirma que estaban mejor en casa. Desde ya que todos nos sentimos felices por volver a casa luego de un viaje, pero ¿por qué pensarlo mientras se está viajando? Hablar la lengua materna es más fácil y relajante, pero ¿por qué centrarse en eso al intentar comunicarse en un idioma nuevo?

Resulta decepcionante ver tantos estudiantes que no sacan provecho del entorno que los rodea. Es muy común que los padres envíen a sus hijos a estudiar idiomas a otros países. Cuando estudié Ciencias Políticas en la universidad de Grenoble, Francia -a comienzos de los años 60- había muchos estudiantes de Inglaterra y EE.UU. estudiando francés. Mayormente estaban interesados en pasarla bien con sus amigos de habla inglesa. No aprovechaban al máximo la oportunidad de vivir en Francia. No estaban lo suficientemente motivados como para conocer gente francesa. Como resultado de esto, no mejoraban su francés todo lo que podían.

Siguiendo esta línea, una vez hablé con un profesor de química japonés de una prestigiosa universidad británica. Me comentó que, lamentablemente, muchos de sus estudiantes japoneses de esa universidad permanecen dentro de su propio grupo. Una broma muy común era que los estudiantes de Tokio regresaban a Japón con el acento de Osaka pero con muy poco progreso en su inglés.

Cuando aprendemos a nadar, el agua puede parecer poco agradable. Comunicarse en un idioma extranjero puede parecer lo mismo hasta que nos comprometemos con nosotros mismos. Recuerdo el comentario de un inmigrante recién llegado a Canadá, que después de haber dejado su tierra natal vivió en Europa. Sus compañeros de trabajo lo invitaban a salir pero él sentía que no comprendía su sentido del humor, por le que dejó de salir con ellos. Me contó este hecho, bastante fuera de contexto, quizá para convencerme o convencerse a sí mismo de que la brecha cultural entre él y “los extranjeros” era demasiado grande. De todas maneras, quería mejorar su inglés. No se daba cuenta de que si quería aprender a hablar otros idiomas de manera fluida, debía aprender a encontrar puntos en común con “los extranjeros”. No tenía la actitud de un lingüista.

Las oportunidades personales, profesionales y culturales que derivan de poder comunicarse en otros idiomas son obvias. Para mí es muy placentero hablar otros idiomas, ya sea en mi país o cuando viajo. Más aún, he construido mi negocio gracias a mi habilidad para hablar idiomas. Actualmente, estando en mi casa en Vancouver, es bastante común que por las mañanas hable por teléfono en francés con un cliente de Le Havre, o en sueco o alemán con los proveedores, que luego durante los almuerzos charle con los meseros de Dim Sum en cantonés y por último, que por las noches hable por teléfono a Beijing o Nagoya en mandarín y japonés. He manejado empresas en Japón durante seis años. He tenido oportunidad de dar conferencias en reuniones de la industria forestal en Asia, Europa, América Latina y Norteamérica en japonés, español, italiano, francés, sueco e inglés.

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No todo el mundo quiere comunicarse en otro idioma o aprender sobre otras culturas. Es comprensible que muchas personas estén satisfechas hablando su propio idioma y se resistan a aprender uno nuevo. Sin embargo, irónicamente, muchas de las personas que tratan de aprender una segunda lengua se resisten a ella de manera enérgica.

Conocer nuevos idiomas y culturas puede resultar estresante. Es cierto que expresar ideas y sentimientos en un idioma nuevo es una actividad íntima. El lenguaje refleja las actitudes y la personalidad, y por lo tanto, uno se siente más cómodo expresándose en su lengua materna. También es posible que la gente se resista a un idioma nuevo como una forma de defender su propio idioma e identidad. Algunas personas se sienten incómodas y expuestas cuando hablan en un segundo idioma. A algunos estudiantes les molesta tener que hablar un idioma nuevo, mientras que a otros les resulta una actividad agotadora. Muy a menudo la gente compara el nuevo idioma con el propio en lugar de imitarlo y aprenderlo.

Estas reacciones son similares a la manera en la que la gente se comporta cuando viaja al exterior. Mientras que los viajeros ávidos sencillamente se sumergen en un lugar y lo disfrutan, otros buscan motivos para decir que “después de todo, las cosas son mejores en casa”. Puede ser la comida, la limpieza o el clima, lo que les confirma que estaban mejor en casa. Desde ya que todos nos sentimos felices por volver a casa luego de un viaje, pero ¿por qué pensarlo mientras se está viajando? Hablar la lengua materna es más fácil y relajante, pero ¿por qué centrarse en eso al intentar comunicarse en un idioma nuevo?

Resulta decepcionante ver tantos estudiantes que no sacan provecho del entorno que los rodea. Es muy común que los padres envíen a sus hijos a estudiar idiomas a otros países. Cuando estudié Ciencias Políticas en la universidad de Grenoble, Francia -a comienzos de los años 60- había muchos estudiantes de Inglaterra y EE.UU. estudiando francés. Mayormente estaban interesados en pasarla bien con sus amigos de habla inglesa. No aprovechaban al máximo la oportunidad de vivir en Francia. No estaban lo suficientemente motivados como para conocer gente francesa. Como resultado de esto, no mejoraban su francés todo lo que podían.

Siguiendo esta línea, una vez hablé con un profesor de química japonés de una prestigiosa universidad británica. Me comentó que, lamentablemente, muchos de sus estudiantes japoneses de esa universidad permanecen dentro de su propio grupo. Una broma muy común era que los estudiantes de Tokio regresaban a Japón con el acento de Osaka pero con muy poco progreso en su inglés.

Cuando aprendemos a nadar, el agua puede parecer poco agradable. Comunicarse en un idioma extranjero puede parecer lo mismo hasta que nos comprometemos con nosotros mismos. Recuerdo el comentario de un inmigrante recién llegado a Canadá, que después de haber dejado su tierra natal vivió en Europa. Sus compañeros de trabajo lo invitaban a salir pero él sentía que no comprendía su sentido del humor, por le que dejó de salir con ellos. Me contó este hecho, bastante fuera de contexto, quizá para convencerme o convencerse a sí mismo de que la brecha cultural entre él y “los extranjeros” era demasiado grande. De todas maneras, quería mejorar su inglés. No se daba cuenta de que si quería aprender a hablar otros idiomas de

manera fluida, debía aprender a encontrar puntos en común con “los extranjeros”. No tenía la actitud de un lingüista.

Las oportunidades personales, profesionales y culturales que derivan de poder comunicarse en otros idiomas son obvias. Para mí es muy placentero hablar otros idiomas, ya sea en mi país o cuando viajo. Más aún, he construido mi negocio gracias a mi habilidad para hablar idiomas. Actualmente, estando en mi casa en Vancouver, es bastante común que por las mañanas hable por teléfono en francés con un cliente de Le Havre, o en sueco o alemán con los proveedores, que luego durante los almuerzos charle con los meseros de Dim Sum en cantonés y por último, que por las noches hable por teléfono a Beijing o Nagoya en mandarín y japonés. He manejado empresas en Japón durante seis años. He tenido oportunidad de dar conferencias en reuniones de la industria forestal en Asia, Europa, América Latina y Norteamérica en japonés, español, italiano, francés, sueco e inglés.