En aquellos años, recorrí miles y miles de kilómetros haciendo autoestop, cruzando Europa de España a Suecia, a Italia, pasando por Alemania y otros países. No había mejor manera de explorar la historia y la geografía, de conocer gente y practicar los idiomas, Lamentablemente, hacer autoestop no es tan fácil como solía serlo.
Mi alojamiento era muy variado. Mayormente me alojaba en hoteles para la juventud, que eran lugares excepcionales para conocer viajeros de otros países. A menudo, me encontraba a estos viajeros en las carreteras de salida de la ciudad con sus pulgares hacia arriba y sus grandes mochilas escondidas detrás de los plátanos. Todos tratábamos de hacer autoestop hacia nuestro próximo destino.
En mi travesía desde los Alpes franceses hacia el Mediterráneo, en la Ruta de Napoleón, pasé la noche recostado sobre la ladera de una montaña azotada por el gélido viento. Fue recién a la mañana siguiente cuando pude entibiarme dormitando bajo el cálido sol de los campos de lavanda en Grasse poco antes de llegar al mar en Niza. Dormí en parques, zanjas, playas y hoteles de todo tipo. En dos ocasiones -una en Boeblingen, Alemania y otra en Perpignan, Francia- pasé la noche en la cárcel local donde me alojaron amablemente hasta la mañana siguiente. No había cometido ningún crimen, pero era tarde y llovía. La policía parecía feliz de tener compañía por ser yo el único “huésped” en ambos lugares, que eran rústicos pero limpios.
Mis rutas habituales me llevaron al sur de Francia, al Midi, con sus pintorescos pueblos de piedra, su vegetación mediterránea seca, sus ruinas romanas, sus ciudades históricas como Avignon, Nimes y Arles y sus hombres mayores jugando boules en las plazas arenosas. En el verano, la temperatura podía exceder fácilmente los 40º C. De allí, continué hacia la España de Franco, un destino anhelado en mis viajes haciendo autoestop a comienzos de 1960. El vocabulario y la gramática española son similares al vocabulario y la gramática francesa, ya que ambos idiomas pueden ser considerados dialectos del latín. Con un poco de estudio y lectura en español, sumado a la conversación de todos los días con los amables y conversadores españoles, pude llevar mi español a un nivel aceptable. Durante mi primera visita a Barcelona, mientras subía a un atestado ómnibus de la ciudad, quedé anonadado por la amabilidad de la gente. Me ayudaron con mi mochila, se aseguraron que supiera dónde estaba situado el albergue para la juventud, y luego mi invitaron a tomar un trago en el bar local. Bebimos vino de una bota con un pico largo, que se sostiene en alto y con el brazo extendido para que el chorro de vino pueda llegar a la boca.