Transformar en combustible ecológico residuos que de otra manera se convertirían en un contaminante. Éste es el objetivo de diversas empresas y grupos de investigación en todo el mundo. En algunos casos, la materia prima parece más obvia, como los aceites de cocina usados, pero otras veces los investigadores se basan en los productos más insospechados. Esa rica, dulce y refrescante agua de la sandía podría ser en el futuro una posible fuente de etanol y disminuir la necesidad de gasolina que hay en el mundo.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos lleva años estudiando el proceso, y el químico Wayne Fish asegura que al fermentar la glucosa, fructosa y sacarosa del jugo de esta fruta, y después de extraer el licopeno y la citrulina, queda el etanol. El nivel de azúcar en una sandía es de por lo menos el 10 por ciento, y esos azúcares, que son simples azúcares, pueden ser inmediatamente utilizados para convertirlos en etanol. El maíz, por ejemplo, requiere un proceso en el almidón que contiene para poder extraer el etanol, pero con la sandía es completamente diferente.
Pero tranquilos, que las sandías seguirán llegando a nuestras mesas como hasta ahora. No se utilizarían para biocombustible las bonitas sandías que tanto color y frescor dan a nuestros veranos, sino las que los mercados rechazan por tener defectos (manchas en la piel, deformidades, etc.). Para que os hagáis una idea, los minoristas descartan la barbaridad de 360.000 toneladas de estas frutas al año sólo en Estados Unidos, que podrían ser utilizadas como una forma económica de producir cerca de nueve millones de litros de biocombustible anuales.
Los científicos ya han comprobado su eficacia. Ahora se necesita tecnología, voluntad política e impulso industrial. Es decir, falta casi todo. Pero hay deseos de hacerlo, pues la producción de biocombustibles es un objetivo de los gobiernos occidentales para sustituir los derivados del petróleo por energías renovables. La Unión Europea, por ejemplo, se ha marcado como objetivo para 2010 que el 5,75 % de los combustibles de transporte procedan de fuentes biológicas, una meta que será difícil de alcanzar. ¿Qué nos deparará el destino? ¿Realmente los biocombustibles son la panacea?