Canadá es un ejemplo interesante de un país donde las culturas se mezclan y surge una nueva identidad. Quizá Canadá está al mismo nivel de evolución en el que estaban las sociedades más antiguas de Europa y Asia hace unos miles de años. Durante los últimos cincuenta años, Canadá ha absorbido muchas personas diferentes que hoy están unidas por su idioma en común, ya sea el inglés o el francés. El proceso de mezclarse puede llevar tiempo pero, en la actualidad, un “hablante nativo” de inglés canadiense puede provenir de África, del este o del sur de Asia, del Mediterráneo, del norte de Europa, de las Primeras Naciones (pueblos indígenas de Canadá) o ser de cualquier otro origen mixto. Mi propio caso es un ejemplo de la naturaleza temporaria de la identidad nacional. Mis padres nacieron en una comunidad judía de habla germana en el imperio austro-húngaro, en una zona que luego sería Checoslovaquia y más tarde la República Checa. Mis padres se mudaron a Suecia en el año 1939. Yo nací en Suecia en 1945 y mi familia se mudó a Montreal en 1951.
Mi identidad nacional es canadiense, específicamente canadiense inglés. Sin embargo, según los diferentes factores históricos que escapan a mi control, podría haber sido austriaco, checo, sueco, israelí o quebequense de habla francesa. A pesar de la velocidad de la globalización, las identidades nacionales o regionales no están desapareciendo, y de hecho hasta pueden fortalecerse. Sin embargo, en la actualidad tenemos la libertad de elegir nuestra identidad.
Todos somos seres humanos individuales. Podemos compartir diferentes identidades y comprender distintas culturas. Tenemos el sello de nuestra cultura nativa pero sólo se trata de un accidente histórico. No puede limitarnos. Como individuos, tenemos la oportunidad y, diría, la responsabilidad de explorar otras culturas. La mejor manera de hacerlo es a través de los idiomas.