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The Linguist. Una Guía Personal para el Aprendizaje de Idiomas, 26. UNA AVENTURA LINGÜÍSTICA. Japón S.A.

El Japón de la década del 70 y comienzos de la del 80 era muy diferente al Japón de la actualidad. Era una sociedad más cerrada.

Durante los primeros cuatro años de mi estadía en Japón, fui Primer Secretario en la embajada canadiense. En ese tiempo estuve abocado al lanzamiento de un programa para introducir en Japón la plataforma norteamericana del sistema de construcción con estructuras de madera. Este programa cumplía con los objetivos del Ministerio de la Construcción de Japón, que estaba preocupado por una proyección que indicaba la falta de carpinteros capacitados para cubrir la demanda del sistema de construcción tradicional japonés. Era una etapa de rápidos progresos en los niveles de vida y de un alto nivel anual de construcción de viviendas.

Disfrutaba de mi tarea en la embajada por el contacto cercano con mis colegas japoneses, en especial los representantes del Ministerio de la Construcción y los miembros de la Asociación de Jóvenes Madereros de Tokio, quienes participaban de la introducción del nuevo sistema de construcción con estructuras de madera. Por otra parte, no disfrutaba tanto de las obligaciones sociales del servicio diplomático, los frecuentes cócteles y fiestas que consumían mi vida privada.

Al finalizar mi cargo en la embajada, en octubre de 1974, y a pesar de los vagos planes de volver a la universidad para hacer la carrera de Estudios Asiáticos, fui reclutado por Seaboard Lumber Sales, una compañía canadiense líder en productos forestales, para establecer una compañía subsidiaria en Tokio. Nunca me hubieran dado esa oportunidad si no hubiera aprendido japonés. Trabajé en la industria forestal en Japón desde 1974 hasta 1977 para Seabord y luego volví a Vancouver con mi familia. Volvimos a Japón por otros dos años, desde 1981 hasta 1982, en representación de otra gran compañía canadiense de productos forestales: MacMillan Bloedel Ltd.

Éste era un periodo en el que Japón, si bien estaba satisfecho de exportar enormes cantidades de productos manufacturados, se mostraba lento y reticente para abrir su mercado a las importaciones, a pesar de los esfuerzos de los exportadores extranjeros y los japoneses involucrados en las importaciones. Siendo la persona a cargo de las operaciones en Asia de MacMillan Bloedel, era el responsable de la papelería empresarial, la pulpa y la madera. En ocasiones, encontré barreras comerciales.

La industria del papel en Japón era una comunidad estrechamente unida de usuarios, productores y oficiales del gobierno. Era particularmente difícil para nuestros empleados japoneses ver como se promocionaba el papel canadiense en competencia con los productores japoneses. Era considerado casi antipatriótico. Un libro famoso, The Day We Ran Out of Paper (El Día que nos Quedamos sin Papel) fue escrito, bajo un pseudónimo, en el año 1981 por un funcionario del MITI (Ministerio de Industria y Comercio Internacional de Japón). El mensaje de este libro era que la editorial de un periódico japonés que importaba papel prensa estaba vendiendo libertad de prensa a una conspiración foránea. Los tiempos han cambiado, y las mismas compañías papeleras japonesas han construido molinos papeleros en muchos países del mundo, incluyendo a Canadá.

En los años 80, bajo la presión de la liberación comercial de Estados Unidos, la Compañía Telefónica Japonesa (NTT) le permitió a los productores extranjeros de papel participar de las licitaciones de papel para sus directorios telefónicos. Nuestra compañía fue la primera en pasar la prueba de calidad. Ésa era la parte sencilla. Lo más difícil era lidiar con las estrechas relaciones entre los proveedores japoneses y los clientes, a menudo descritas por el término “Japón S.A.” Los productores japoneses de papel, que eran nuestros competidores, habían retirado a sus altos ejecutivos del Directorio de NTT, nuestro cliente en común. Además, teníamos que negociar a través de una compañía intermediaria “facilitadora” perteneciente a ex empleados de NTT y manejada por ellos. Las editoriales también pertenecían y eran manejadas por ex empleados de NTT. Mi habilidad para leer y hablar japonés me ayudó a navegar por este mar de relaciones complejas y a crear un mercado para nuestros productos papeleros canadienses. El mercado japonés del papel estaba controlado por un pequeño número de grandes productores y usuarios y, por lo tanto, el establecimiento de prácticas comerciales semimonopólicas resultaba sencillo. Sin embargo, el negocio de la madera era diferente. Consistía en un gran número de madereros minoristas tradicionalistas, mayoristas y constructores de viviendas. Paradójicamente, y debido al gran número de participantes, el tradicional sector maderero japonés era más abierto que el moderno y sofisticado sector papelero.

Mi relación con el comercio maderero japonés se convertiría en una experiencia dominante en mi vida. Pude experimentar de cerca el amor japonés a la naturaleza y la búsqueda de la excelencia en el diseño y fabricación de los productos. El respeto por su tradicional sistema de construcción de viviendas y la habilidad de los carpinteros, y su apreciación y comprensión de la madera me han impactado de manera profunda y duradera.

Encontré también el tradicionalismo conservador de esa sociedad. Algunas veces iba en contra de las prácticas establecidas para lograr los objetivos de mi compañía. Esto, a menudo, disgustaba a mis colegas japoneses. Una vez, un periódico del sector maderero me describió como el “Tifón Kaufmann”. Sin embargo, siempre creí que los hombres japoneses de negocios podían mantener una actitud de respeto aun cuando disentían en asuntos substanciales. El respeto mutuo es un componente importante en la actitud de la sociedad japonesa, y una razón importante de su cohesión social y su éxito.

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El Japón de la década del 70 y comienzos de la del 80 era muy diferente al Japón de la actualidad. Era una sociedad más cerrada.

Durante los primeros cuatro años de mi estadía en Japón, fui Primer Secretario en la embajada canadiense. En ese tiempo estuve abocado al lanzamiento de un programa para introducir en Japón la plataforma norteamericana del sistema de construcción con estructuras de madera. Este programa cumplía con los objetivos del Ministerio de la Construcción de Japón, que estaba preocupado por una proyección que indicaba la falta de carpinteros capacitados para cubrir la demanda del sistema de construcción tradicional japonés. Era una etapa de rápidos progresos en los niveles de vida y de un alto nivel anual de construcción de viviendas.

Disfrutaba de mi tarea en la embajada por el contacto cercano con mis colegas japoneses, en especial los representantes del Ministerio de la Construcción y los miembros de la Asociación de Jóvenes Madereros de Tokio, quienes participaban de la introducción del nuevo sistema de construcción con estructuras de madera. Por otra parte, no disfrutaba tanto de las obligaciones sociales del servicio diplomático, los frecuentes cócteles y fiestas que consumían mi vida privada.

Al finalizar mi cargo en la embajada, en octubre de 1974, y a pesar de los vagos planes de volver a la universidad para hacer la carrera de Estudios Asiáticos, fui reclutado por Seaboard

Lumber Sales, una compañía canadiense líder en productos forestales, para establecer una compañía subsidiaria en Tokio. Nunca me hubieran dado esa oportunidad si no hubiera aprendido japonés. Trabajé en la industria forestal en Japón desde 1974 hasta 1977 para Seabord y luego volví a Vancouver con mi familia. Volvimos a Japón por otros dos años, desde 1981 hasta 1982, en representación de otra gran compañía canadiense de productos forestales: MacMillan Bloedel Ltd.

Éste era un periodo en el que Japón, si bien estaba satisfecho de exportar enormes cantidades de productos manufacturados, se mostraba lento y reticente para abrir su mercado a las importaciones, a pesar de los esfuerzos de los exportadores extranjeros y los japoneses involucrados en las importaciones. Siendo la persona a cargo de las operaciones en Asia de MacMillan Bloedel, era el responsable de la papelería empresarial, la pulpa y la madera. En ocasiones, encontré barreras comerciales.

La industria del papel en Japón era una comunidad estrechamente unida de usuarios, productores y oficiales del gobierno. Era particularmente difícil para nuestros empleados japoneses ver como se promocionaba el papel canadiense en competencia con los productores japoneses. Era considerado casi antipatriótico. Un libro famoso, The Day We Ran Out of Paper (El Día que nos Quedamos sin Papel) fue escrito, bajo un pseudónimo, en el año 1981 por un funcionario del MITI (Ministerio de Industria y Comercio Internacional de Japón). El mensaje de este libro era que la editorial de un periódico japonés que importaba papel prensa estaba vendiendo libertad de prensa a una conspiración foránea. Los tiempos han cambiado, y las mismas compañías papeleras japonesas han construido molinos papeleros en muchos países del mundo, incluyendo a Canadá.

En los años 80, bajo la presión de la liberación comercial de Estados Unidos, la Compañía Telefónica Japonesa (NTT) le permitió a los productores extranjeros de papel participar de las licitaciones de papel para sus directorios telefónicos. Nuestra compañía fue la primera en pasar la prueba de calidad. Ésa era la parte sencilla. Lo más difícil era lidiar con las estrechas relaciones entre los proveedores japoneses y los clientes, a menudo descritas por el término “Japón S.A.”

Los productores japoneses de papel, que eran nuestros competidores, habían retirado a sus altos ejecutivos del Directorio de NTT, nuestro cliente en común. Además, teníamos que negociar a través de una compañía intermediaria “facilitadora” perteneciente a ex empleados de NTT y manejada por ellos. Las editoriales también pertenecían y eran manejadas por ex empleados de NTT. Mi habilidad para leer y hablar japonés me ayudó a navegar por este mar de relaciones

complejas y a crear un mercado para nuestros productos papeleros canadienses.

El mercado japonés del papel estaba controlado por un pequeño número de grandes productores y usuarios y, por lo tanto, el establecimiento de prácticas comerciales semimonopólicas resultaba sencillo. Sin embargo, el negocio de la madera era diferente. Consistía en un gran número de madereros minoristas tradicionalistas, mayoristas y constructores de viviendas. Paradójicamente, y debido al gran número de participantes, el tradicional sector maderero japonés era más abierto que el moderno y sofisticado sector papelero.

Mi relación con el comercio maderero japonés se convertiría en una experiencia dominante en mi vida. Pude experimentar de cerca el amor japonés a la naturaleza y la búsqueda de la excelencia en el diseño y fabricación de los productos. El respeto por su tradicional sistema de construcción de viviendas y la habilidad de los carpinteros, y su apreciación y comprensión de la madera me han impactado de manera profunda y duradera.

Encontré también el tradicionalismo conservador de esa sociedad. Algunas veces iba en contra de las prácticas establecidas para lograr los objetivos de mi compañía. Esto, a menudo, disgustaba a mis colegas japoneses. Una vez, un periódico del sector maderero me describió como el “Tifón Kaufmann”. Sin embargo, siempre creí que los hombres japoneses de negocios podían mantener una actitud de respeto aun cuando disentían en asuntos substanciales. El respeto mutuo es un componente importante en la actitud de la sociedad japonesa, y una razón importante de su cohesión social y su éxito.