A lo largo de nuestras vidas nos vemos rodeados de oportunidades. Sólo siendo activos y adquiriendo conocimientos podemos ver estas oportunidades y sacarles provecho. En mi caso, fue mi deseo de aprender idiomas lo que creó mis oportunidades.
A pesar de que ya había aprendido dos idiomas, además del inglés, fue mi traslado a Japón y la posterior adquisición del idioma japonés los que marcaron una gran diferencia en mi vida. Hablando japonés pude lograr buenos contactos personales en la comunidad de negocios japonesa. Por esta razón, más tarde fui contratado por dos de las más importantes compañías canadienses exportadoras de madera -en dos ocasiones distintas- para manejar sus operaciones comerciales en Asia. Con el tiempo, inicié mi propia compañía, donde pude lograr un cierto grado de independencia financiera.
No sé qué camino habría seguido si hubiera ido a Beijing. Sin duda, hubiera adquirido mayor fluidez en el idioma chino. Todavía podría estar en el servicio diplomático o en el campo académico, o quizá hubieran surgido otras oportunidades. Pero la dedicación a los idiomas ha sido como una red para mí, que me permitió atrapar oportunidades que de otra manera hubieran pasado de largo.
En el año 1981, por ejemplo, era el presidente de MacMillan Bloedel Asia Ltd., en Tokio. Había vuelto a Vancouver en un viaje de negocios. El Sr. Bernard Guillemette, un importante cliente de Francia, estaba de visita en Vancouver al mismo tiempo. Yo era la única persona de mercadotecnia en MacMillan Bloedel que hablaba francés. A pesar de que estar a cargo del lejano oriente, terminé acompañando a nuestro cliente francés durante todo el día en sus visitas a nuestros aserraderos. A partir de ese día construimos una amistad duradera.
Muchos años después, Guillemette et Cie. se convirtió en el mejor cliente europeo de mi propia compañía y aún lo es. Además, en octubre de 1992, participé de la fiesta del sexagésimo quinto cumpleaños de Bernard Guillemette, una cena de gala en un barco navegando por el Siena. En esa cena conocí a otro invitado, el Sr. Christer Johansson, presidente de Vida Timber en Suecia. Entablamos una amistad que también continúa en la actualidad. A los cuatro meses de haber conocido al Sr. Johansson, la madera europea alcanzó una posición competitiva en Japón debido a las fluctuaciones de las divisas internacionales. Trabajando con Vida, nuestra compañía estaba entre los primeros exportadores de madera de Suecia a Japón. Posteriormente, Vida creció hasta convertirse en uno de los mayores productores de madera de Suecia y en Japón es nuestro principal proveedor europeo. En parte, estas relaciones fueron resultado de la suerte, pero no las hubiera podido concretar sin mis conocimientos de francés y sueco, sin mencionar el japonés.
Cuando inicié mi propia compañía, la idea principal era centrarse en la producción de maderas con las medidas especiales que se usaban en Japón en la industria de viviendas prefabricadas. Quizá no era una idea particularmente brillante pero sí sensata para esa época.
Al tener relaciones estrechas con diversas personas de la industria maderera japonesa conocía las tendencias del mercado. También confiaba en que algunos de mis amigos y contactos apoyarían mi emprendimiento. Fueron las relaciones con estas personas y el resultado de mi japonés fluido los que crearon esta oportunidad para mí.
A pesar de que nuestra compañía era una recién llegada, sin antecedentes de compromisos cumplidos, obtuve el apoyo del fabricante de viviendas más grande del mundo, Sekisui House Limited, para proveerlos de material. Mi compañía llegó a ser su mayor proveedor de madera a comienzos de los 90. De manera similar, el presidente de una empresa mayorista regional de mediano tamaño llamada Bungohama Company –mi amigo, el Sr. Hiroshi Higuma– inmediatamente y mientras almorzábamos sushi, estuvo de acuerdo en cambiar sus compras de los tradicionales componentes de madera japonesa por los de mi compañía, basado en la confianza mutua que había nacido entre nosotros en los diez años anteriores. Estas relaciones dependían de mi fluidez en el japonés y no se hubieran podido lograr en inglés. Estas relaciones internacionales han perdurado en el tiempo y se encuentran entre las mayores recompensas de los negocios internacionales.
Hasta con mis proveedores canadienses el idioma fue un factor positivo para generar confianza. Mis dos socios canadienses más importantes son, a su manera, lingüistas.
El Sr. Norm Boucher, presidente de Manning Diversified Forest Products Ltd. es un líder dinámico e independiente de la industria maderera de Alberta. Es originario de Quebec y su lengua materna es el francés. A pesar de que llevamos a cabo la mayor parte de nuestros negocios en inglés, nuestra habilidad para comunicarnos en francés creó un grado adicional de confianza y comprensión mutua. Norm creció en el duro entorno de Alberta del Norte, al que continúa apegado en la actualidad. Le gusta contar la historia de lo difícil que fue su niñez. De niño, por las frías mañanas invernales, tenía que salir al lago congelado -con una temperatura de treinta grados bajo cero- y hacer un agujero en el hielo para llevar agua a la familia. De regreso, tenía que controlar las trampas para conejos para el estofado de la cena. Una vez, durante una visita a Japón en los años 90, estábamos en una suntuosa cena de comida japonesa. Norm luchaba por comer con los extraños palillos. Con su característico sentido del humor, le dijo a nuestros anfitriones japoneses que su niñez había transcurrido en el seno de una familia pobre que se alimentaba de carne de conejo, pero que al menos podían comprar tenedores.
El Sr. Ben Sawatzky ha sido mi socio en el desarrollo del mercado japonés. Es el presidente de Spruceland y un destacado líder de los negocios. Es rápido para decidir qué hacer, y luego continúa hasta lograrlo. Comenzó con un empleado y en la actualidad emplea a ciento cincuenta personas en tres plantas. Además, es dueño de varios ranchos y ha construido una escuela privada. Ben habla alemán, español e inglés. Hemos viajado juntos a Alemania y España, y nuestro interés por los idiomas nos ha dado algo en común más allá de los negocios.
Ben siempre quiso aprender japonés para poder participar de las conversaciones con nuestros clientes japoneses. Estudió japonés de vez en cuando pero no de manera consistente. Una vez en Sendai, en una comida ofrecida por clientes japoneses, aprovechó que yo había ido al baño para tratar de hablar en japonés. Ben siempre habla con voz fuerte. Quiso decir que la comida estaba “oishikatta” que significa “estaba deliciosa” pero confundió el pasado con el negativo y dijo –con su energía habitual- que la comida estaba “oishiku arimasen” que significa “no está buena”. El poco conocimiento sobre un idioma puede ser algo peligroso.
Norm Boucher, Ben Sawatzky, Sekisui House y algunos otros son actualmente mis socios en la operación conjunta de un aserradero en Alberta del Norte.