Sumeba miyako.
Tu hogar está allí donde lo construyes. (traducción libre) Dicho japonés Habiendo estudiado chino, se suponía que en el año 1970 sería nombrado Consejero Comercial Asistente. Sin embargo rechacé el cargo. La razón fue un problema personal importante con mi superior inmediato, la persona designada como Consejero Comercial en Beijing. Sentía que si no tenía una buena relación con mi superior sería desagradable trabajar en un destino como Beijing, donde estaríamos bastante aislados de la población general. Le prometí al Servicio de Consejeros Comerciales que aprendería japonés por mi cuenta si me reasignaban a Tokio. De esta manera, el gobierno recuperaría parte de su inversión en mi entrenamiento de idiomas. Mis superiores estuvieron de acuerdo.
Me considero afortunado por haber vivido en Montreal, París, Hong Kong, Tokio y ahora en Vancouver. Todas estas ciudades tienen personalidad. Montreal inspira a sus habitantes con un cierto brío latino en un clima riguroso, sólo comparable al de Moscú, entre otras grandes ciudades del mundo. París es historia y un museo de arte viviente con un don culinario. Hong Kong es exotismo puro, además de ser la muestra cultural viviente de mayor magnitud y antigüedad del mundo, China. Vancouver es una ciudad cosmopolita rodeada por los escenarios más espectaculares del mundo, donde la vida es confortable y amena.
Tokio es diferente. Es una colección de pueblos, cada uno con su propia personalidad. En general, Tokio no es una ciudad bonita. Sin embargo, para sus habitantes y en especial para la mayoría de los extranjeros, tiene un atractivo especial. Es la ciudad completa. Tokio tiene todo lo que se espera de una metrópolis, con la cordialidad, la amabilidad y la honestidad de un pequeño pueblo. Tokio se convertiría en mi hogar durante nueve años.
Quiero mencionar tan sólo un ejemplo de la cordialidad y la amabilidad que encontré durante mi estadía en Japón: en la década del 90, mucho después de haberme mudado a Canadá, estaba de visita en Tokio por negocios. Me estaba preparando para tomar el ómnibus hacia el aeropuerto de Narita para volver a mi casa. Quería comprar unas flores para enviar a Osaka, donde un cliente me había agasajado con un té en su casa. Entré a una florería y pregunté si contaban con servicio de envío. Muy amablemente, la señora me dijo que no, pero que había otra florería a cinco minutos de allí que sí tenía servicio de entrega. Insistió en que le dejara mi equipaje mientras iba a la competencia a comprar las flores que necesitaba. ¿En qué otro lugar sino en Tokio?